Ya no me encuentro preguntando sobre amor, por fin no hay nada que pretenda no saber. Entiendo que no hay relación entre amar y envejecer. Ya no me encuentro preguntando como dar, por fin comparto, por el miedo de perder el milagro de tus caricias llegando el amanecer. Ya no me encuentro contestando un “yo que sé?”, por fin entiendo que en tus redes yo caí. Ya no me encuentro preguntándome un “por qué?”, por fin entiendo de una vez el “porque si”.
Porque te vi, te deje entrar, cerré la puerta y te elegí.
Porque sólo faroles pueden hacer que si estoy fané, las pequeñas cosas se bañen del brillo de tu ternura que transmitís cuando me mirás. Hoy puedo entender que te gusta el té, que odias el café, que no querés rosas, que a pesar del vértigo no hay altura que impida que me saque el disfraz. Tirando a matar, dándonos changüí, puro razonar, puro frenesí. Ya no le temo a ese cagón que habita en mi, ni a sus ataques tontos de furia precoz. Distingo excusa y resultado, ya no me encuentro figurando en el veraz, por fin no debo más que lo que va a venir. Pago el precio de tenerte, darte amor y ser feliz. Siempre fue así nuestra historia,
que funcione o no, que esté bien o mal, vivirlo con vos para mi es la gloria.
Sin escatimar, sin darnos de más, sin acelerar, sin tirar para atrás. Siempre fue así nuestro asunto, le falta de acá, le sobra de allá... Retocándolo, pero...siempre juntos.
La doctora II - Las pastillas del abuelo