
Todo el mundo tiene pequeñas obsesiones. Placeres ocultos que le confieren una alegría incomparable a otras cosas. Yo encuentro esos placeres en diferentes cosas: patinar a la noche, una leche chocolatada, un partido de poker, una canción, un concierto de música, visitar a mi abuelo enfermo, un película, una noche con amigos, un encuentro con él, las risas y los juegos con mi primita... Son pequeñas cosas, detalles, que hacen mi vida mucho más significativa de lo que yo alguna vez pudiera llegar a transmitir con palabras. Es un extraño sentimiento de quietud y de revolución al mismo tiempo. Me gusta sentirme así, sentirme viva.