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Paraná, Entre Ríos, Argentina
Yo creo que nos guiamos por la gente. Quizá para no parecer raros a los ojos de los demás, quizá para ser supuestas personas normales como ellos, o quizá porque tememos ser vistos de una manera diferente, creemos que lo mejor es seguir los pasos de todos. No contradecimos , muchas veces no opinamos. Queremos ser diferentes siendo iguales a todos. Queremos destacarnos y sin embargo primero siempre observamos que pasos dió la otra persona. Tenemos puntos de vistas diferentes, y tantas veces no nos animamos a decirlos, y callamos... callamos mucho. Sin embargo existe la gente capaz de expresar lo que siente sin temor al comentario del otro, gente que es vista como alguien raro y ellos lo saben perfectamente, pero no temen serlo, no temen ser diferentes. Pues esa gente sabe que ellos no son los raros, esa gente sabe que los raros son aquellos que tratan de copiarse entre sí, temerosos de mostrarse como son e incapaces de ser ellos mismos. Tienen la certeza de ser capaces de mostrarse al mundo y aun mejor, a las personas, como realmente son. Raros terminan siendo los que se sienten normales.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Y de repente, un tiempo después, me sorprendí pensando en vos mientras caminaba por la calle. Pero no pensaba en vos como antes. Antes, que cada caminar por cualquier lado sin vos era para soñarte despierta, para soñar que caminabas al lado mío. Hoy no te pensaba así, extrañándote. Hoy, un tiempo después, te pensaba, te pensé de una forma extraña. Te pensé como no lo había hecho. Te pensé en pretérito. Un tiempo después, mi vida en lo sustancial no cambió tanto. Y no voy a decirte que no me dieron ganas nunca en este tiempo de hablar con vos alguna vez, de contarte que todo va bien aunque no te lo creas, que volví a sonreir con ganas, que me dejé sentirme bien y que dejé que me hagan sentir bien. Un tiempo después, vuelvó a encontrarme a mí. A mí sin vos. Y eso, es mucho. Y eso, en mi mundo, significó encontrar una antigua y rara sensación de libertad que no logro definir, que tampoco intento calificar, que no busqué ni quise pero que me sorprendió de golpe. Un tiempo después, me permití volver a disfrutar un beso que no era de tus labios, un llamado que no era tuyo, una espalda con otro sabor y con otro olor sin sentir la necesidad de llenar tu espacio vacío. No porque esos labios, espaldas, voces o miradas lo ocupen, sino porque eran mis labios mismos, mi espalda, mi garganta, mi corazón los que se encontraron conmigo y llenaron mi espacio. Un tiempo después, me reencontré a mí sin vos. Un tiempo después, no se me fueron las ganas de verte aunque sea alguna vez, en algún lugar, en cualquier vida, para escribirle a tan larga y enredada y absurda historia ese punto final de los finales al que no le siguen ya dos puntos suspensivos. ¿Absurda historia? Tal vez, tal vez no. Pero por primera vez, parecida a la realidad. Porque por primera vez tuvo un final donde no había flores y corazones, porque no terminó con un te amo ni con una sonrisa. Al final, tanto intentar huir del mundo, de las mentes, de la lógica, del corazón incluso, de los sentimientos, para que un tiempo después, cuando sentí el olor a sal, no te exrañe. No quise que estés ahí conmigo para perderme con vos en alguna ola rugiendo. Es más, un tiempo después, creo que no me acordé de vos. Un tiempo después, volví a caminar por Corrientes. Volví a esa sala de equipajes. Volví a ese balcón. Pero no volví a vos. Casi no tuve tiempo de mirar las estrellas, y cuando las miré, ya no te econtré. Sé que estás ahí colgado, en la misma de siempre; pero un tiempo después, esa ya no es mi estrella, ni mi norte. Sé que cuando más tiempo siga pasando, te voy a seguir recordando así, como hoy. Sin querer. Y voy a tener ganas de tener esa charla que nos debemos. Pero con un café sin tragos amargos, sin lágrimas, sin arrepentimientos, sin te quieros.